El sistema nervioso autónomo mantiene todo funcionando sin necesidad de atención consciente.
Aunque no lo notes, cada segundo de tu vida tu cuerpo está tomando decisiones por ti. Tu corazón late más rápido o más lento sin que se lo pidas, tus pupilas se ajustan a la luz, tu estómago arranca la digestión al oler comida, y tus pulmones aceleran cuando corres unas escaleras. Nada de eso sucede porque tú lo decidas: lo hace un sistema discreto y eficiente llamado sistema nervioso autónomo (SNA).
El SNA es como el piloto automático de un avión: mantiene todo funcionando sin necesidad de atención consciente. Y dentro de este sistema hay dos grandes “equipos” que trabajan de forma complementaria: el sistema simpático y el sistema parasimpático. Puedes imaginarlo como el acelerador y el freno de un coche. No son enemigos; son socios que se turnan el control según lo que el cuerpo necesite.
¿Qué es el sistema nervioso autónomo?
El sistema nervioso autónomo controla las funciones involuntarias: el ritmo cardíaco, la presión arterial, la respiración, la digestión, la temperatura, el sudor, la dilatación de las pupilas y más. Funciona las 24 horas del día, incluso mientras duermes, y se asegura de que tu cuerpo responda adecuadamente a lo que ocurre dentro y fuera de ti. Este sistema tiene dos ramas principales:
- Sistema nervioso simpático (SNS): activa al cuerpo para la acción.
- Sistema nervioso parasimpático (SNP): lo lleva a estados de descanso, conservación y reparación.
Aunque parezcan opuestos, están constantemente en un equilibriofino. Lo importante no es que uno domine siempre, sino que se alternen según el contexto.
El sistema simpático: tu modo “acción”
El simpático es famoso por la respuesta de “lucha o huida”, esa reacción ancestral que preparaba a nuestros antepasados para escapar de un depredador o hacer frente a un peligro. Aunque hoy en día no nos persigan tigres, el cuerpo sigue activando las mismas respuestas cuando llega el estrés: un examen, una reunión importante, una discusión o incluso el sonido estridente de un mensajito inesperado a medianoche. ¿Qué sucede en tu cuerpo cuando se activa el simpático?
- El corazón late más rápido para enviar sangre a los músculos.
- La presión arterial aumenta para mejorar el flujo sanguíneo.
- Las pupilas se dilatan para captar más información visual.
- Los pulmones se abren (broncodilatación) para mejorar la entrada de oxígeno.
- El hígado libera glucosa, lo que te da energía inmediata.
- La digestión se frena, porque en medio de una emergencia no necesitas procesar la comida.
- La piel suda, ayudando a regular la temperatura corporal.
Los protagonistas químicos aquí son la adrenalina y la noradrenalina, sustancias que actúan como mensajeros rápidos, casi como un “¡vamos ya!” que el cuerpo entiende al instante.
¿Por qué es tan importante el simpático? Porque es el que te permite reaccionar cuando el mundo exige velocidad y eficacia: correr para evitar un accidente, sostener un esfuerzo físico intenso, concentrarte con más agudeza o responder ante una situación inesperada. También tiene un papel crucial en la motivación, la atención y el rendimiento físico. Sin simpático, seríamos lentos, apáticos y muy vulnerables ante el estrés ambiental.
El sistema parasimpático: tu modo “descanso y digestión”
Si el simpático es la marcha rápida, el parasimpático es el regreso a la calma. Es el sistema que toma el control cuando la amenaza ha pasado, cuando comes, cuando duermes o cuando estás tranquilo en casa viendo una serie o leyendo algo agradable. Este sistema recupera, repara, repone y regula. Sin él, viviríamos en un estado de estrés constante, lo cual sería devastador para la salud. ¿Qué hace el parasimpático en tu cuerpo?
- Ralentiza el corazón, estabilizando la frecuencia cardiaca.
- Reduce la presión arterial, llevando el cuerpo a un estado de calma.
- Activa la digestión: promueve la motilidad intestinal, la producción de enzimas y la absorción de nutrientes.
- Contrae las pupilas, volviendo a un estado de reposo visual.
- Estimula la salivación, el vaciamiento vesical y la función intestinal.
- Favorece la recuperación, la inmunidad y los procesos de reparación tisular.
Su neurotransmisor estrella es la acetilcolina, una sustancia que actúa como un suave “todo en calma, volvamos al equilibrio”. El parasimpático también te protege. Una activación parasimpática adecuada mejora el sueño, la digestión, la estabilidad emocional, la salud cardiovascular y la capacidad del cuerpo para reparar pequeñas lesiones o combatir infecciones. Un cuerpo con buen “tono parasimpático” es un cuerpo con resiliencia.
Dos sistemas, un mismo objetivo: tu equilibrio
La magia del simpático y el parasimpático está en cómo se complementan. No se trata de que uno sea “bueno” y el otro “malo”, sino de mantenerlos en balance. Un día normal es una coreografía constante entre ambos.
- Te despiertas → simpático.
- Desayunas → parasimpático.
- Vas al trabajo → simpático.
- Comes → parasimpático.
- Respondes un mensaje urgente → simpático.
- Das una cabezadita después de comer → parasimpático.
- Haces ejercicio → simpático.
- Te duchas y te relajas → parasimpático.
Este equilibrio es conocido como homeostasis, la capacidad del organismo para mantenerse estable. El problema aparece cuando uno de los dos se queda demasiado tiempo al mando.
¿Qué ocurre si domina el simpático? Vives en modo “acelerado”: estrés crónico, ansiedad, insomnio, tensión muscular, problemas digestivos. El cuerpo se desgasta porque nunca tiene tiempo de reparar.
¿Y si domina demasiado el parasimpático? Te sientes lento, cansado, con poca energía, baja motivación y digestión excesivamente activa. Tampoco es ideal.
Cómo cuidar este equilibrio en tu vida diaria
Aunque el SNA funciona de manera automática, sí podemos influir en él. Algunas estrategias ayudan a fortalecer el parasimpático y a evitar que el simpático se dispare sin necesidad:
- Respiración lenta y profunda (activa el nervio vago y por ende el parasimpático).
- Ejercicio regular, que mejora el tono autonómico.
- Dormir bien, clave para resetear el sistema.
- Comer sin prisa, permitiendo que el parasimpático haga su trabajo.
- Evitar multitarea constante, que mantiene el simpático encendido.
- Técnicas de relajación, meditación o incluso paseos tranquilos.
El objetivo no es apagar el simpático, sino usarlo solo cuando toca.

