• Cuando reciben un daño, se ponen en marcha unos mecanismos de autodefensa que integran la reparación tisular. 

    Quién no ha sufrido un corte preparando la comida, un arañazo jugando o una intervención quirúrgica. En todos esos procesos, la piel recibe un daño en todo su espesor, así como los planos más profundos como son el tejido celular subcutáneo, los planos musculares o incluso el hueso.

    Cuando un tejido recibe una agresión o un daño, se ponen en marcha una serie de mecanismos de autodefensa que en conjunto integran la reparación tisular y que tienen como objetivo restaurar la integridad del tejido lesionado y curar la lesión.

    Casi todas las enfermedades albergan durante su evolución procesos de reparación tisular. Además, un gran número de complicaciones médicas o quirúrgicas puede ser atribuido a deficiencias en la reparación de los tejidos, existiendo un amplio abanico de enfermedades (diabetes, cáncer, inmunodepresión), que influyen de forma negativa sobre la reparación de las lesiones tisulares. Conseguir una reparación rápida y eficaz es el objetivo de los médicos para que el paciente recupere la normalidad sin complicaciones.

    Fases de la cicatrización

    Imaginemos que estamos cortando jamón, del bueno, del que brilla. Nuestra técnica de corte no es la más purista y cuidadosa, tampoco el cuchillo es tope de gama ni cuenta con el afilado más adecuado. Imaginemos que además andamos con prisas o algo de cansancio. De repente, corte en el dedo en la zona de la palma del dedo índice. En ese mismo instante, nuestro cerebro recibe la información de la piel dañada gracias a los receptores nerviosos muy abundantes en la mano. Soltamos el cuchillo rápidamente y valoramos el corte.

    Fase 1: Hemostasia. Lo primero que ocurre al hacernos una herida es sangrar. Dependiendo de la zona donde se produzca, habrá sangrados más escandalosos y otros menos. La mano, el cuero cabelludo o la cara son zonas especialmente vascularizadas por lo que un corte relativamente profundo puede llegar a asustarnos. El organismo lo primero que hace es intentar detener la pérdida de sangre; eso se denomina hemostasia. Y lo realiza mediante el envío a la zona dañada de células llamadas plaquetas, dando comienzo a la llamada cascada de coagulación que no es sino la secreción de proteínas que generan la formación del coágulo. Si padecemos una enfermedad de naturaleza hepática, el hígado no será capaz de fabricar los llamados factores de coagulación, y este proceso será lento. Tardaremos más en coagular que otras personas. Lo mismo ocurre en aquellas que toman anticoagulantes tipo sintron, o antiagregantes plaquetarios como la aspirina infantil. En ellas una simple inyección puede ocasionar una avería. En esta fase también se produce una vasoconstricción, es decir, un espasmo en las venas y arterias de la zona dañada para que no llegue sangre; como si se cerrara una tubería.

    EN UN ARAÑAZO O UN CORTE MÁS O MENOS PROFUNDO, LA PIEL RECIBE UN DAÑO EN SU ESPESOR

    Fase 2: Inflamación. Ocurre a los 2-3 días de haberse producido el corte. En ella, como se ha estabilizado el sangrado, se produce el efecto contrario a la fase 1 y es la vasodilatación. Se incrementa el aporte vascular, se vuelve a abrir la tubería para que llegue una mayor cantidad de sangre a la vez que llegan dos tipos de células: los macrófagos y los fibroblastos. Los macrófagos son como camiones de basura encargados de eliminar todos los restos del tejido dañado (células muertas, bacterias de la piel que han entrado en la herida o con el cuchillo). Los fibroblastos son aquellas células encargadas de comenzar la formación de la cicatriz, de poner ladrillos para restituir lo dañado. Al contar con mayor cantidad de sangre, la zona del corte suele estar enrojecida y caliente, no significando necesariamente que haya infección pero sí que hay un proceso reparador en marcha.

    Fase 3: Proliferativa. Los fibroblastos llegan en masa con objeto de ir cerrando la herida, tanto las capas superficiales como las más profundas, incluidas las musculares. Además, se intentar restituir los vasos sanguíneos que se dañaron en el corte, los nervios de la piel y tejidos profundos. Esta fase puede durar un par de semanas. Los tejidos empiezan a tener resistencia aunque aún se encuentran lejos del 100% que tardará algunas semanas más. El aspecto de la cicatriz es sonrosado.

    Fase 4: Madurativa. Es la última etapa y puede comenzar tras la tercera semana de cicatrización hasta un año. La cicatriz se encuentra en continua evolución. La cicatriz pierde el color rosado y adquiere un matiz similar a la piel que la rodea. La resistencia de los tejidos es similar a que tenía antes del corte.

    Si tuvimos suerte y la herida fue suturada correctamente, o los bordes de la misma no estaban suficientemente separados como para que precisen sutura, la cicatrización se llama por primera intención. Es lo más deseado para que el resultado se óptimo. Si en cambio, el corte es feo e irregular como ocurre en una mordedura o han transcurrido varios días hasta que se valora la herida, no se suele suturar y el proceso de cicatrización se denomina por segunda intención. Los tejidos sanan de la parte más profunda de la herida hasta la parte más superficial, tardando más tiempo en que el cierre se produzca y lógicamente, el aspecto de la cicatriz será completamente diferente, estéticamente más deforme.

    CASI TODAS LAS ENFERMEDADES TIENEN UN PROCESO DE REPARACIÓN TISULAR

    Hay ocasiones donde se produce una cicatrización excesiva, que puede ser a nivel superficial o en los planos más profundos. Cuando lo es a nivel de dermis y epidermis se llaman queloides. Son cicatrices voluminosas, antiestéticas e hipertróficas incluso ante heridas relativamente banales. Para ello hay una predisposición individual y se producen sobre todo en el torso y los brazos. Cuando es a nivel profundo puede provocar una fibrosis que es la formación de tejido cicatricial sin control dentro de una articulación tras una intervención o tras una cirugía abdominal. En las articulaciones lo que va a provocar es una pérdida de movilidad impidiendo que se doble la rodilla o estire un codo. A nivel digestivo esas adherencias pueden provocar obstrucciones intestinales, es decir, como si la cicatriz estrangulara el intestino y éste se paralizara, lo que provoca un cuadro de suma gravedad. En ambos casos suele ser necesaria la intervención para extirpar todo ese tejido aberrante pero se corre el riesgo que se vuelva a formar.