- El clima que mejor les viene a los huesos y a las articulaciones es el calor, pero no en exceso
- El buen tiempo anima a practicar deporte, lo que nos hace más fuertes.
«Me duele todo el cuerpo, seguro que mañana cambia el tiempo». Parece tópico y la escucho con frecuencia en mi consulta en determinadas épocas del año, sobre todo en gente de cierta edad o en aquellos que han sufrido recientemente alguna fractura. Es como si los huesos y articulaciones se revelaran contra la meteorología y protestaran ante la lluvia, el viento o el frío. Yo mismo lo noto. A los 14 años sufrí una fractura en el antebrazo derecho jugando al baloncesto, y en ocasiones, con el cambio de tiempo, el callo de fractura se hace notar y me molesta. ¿Hay alguna razón científica en ello o es simple sugestión de los pacientes? Este comentario tiene sentido, sobre todo en los pacientes que sufren de artrosis, cuando las articulaciones se desgastan.
¿Cómo influye el clima en el dolor articular?
Hace cientos de años, desde los tiempos de Hipócrates, que relacionan el dolor articular y óseo con los cambios de tiempo. Además, y como dato curioso, la palabra que tienen en China para reumatismo, traducida significa enfermedad del frío y del viento.
En apariencia y según las creencias populares, sí que hay una relación aunque no se haya refrendado mediante estudios científicos serios. Hay varios factores meteorológicos que sin duda intervienen para que el paciente se encuentre peor, sobre todo en primavera y otoño, donde los cambios de tiempo son más bruscos y podemos pasar del frío al calor y viceversa de un día para otro.
– Cambios de temperatura: si pasamos de una situación de calor a frío o viceversa, nuestro organismo debe adaptarse a tal circunstancia y los mecanismos reguladores que se encuentran en el cerebro actuan para que la temperatura corporal no varíe. Hay dos grupos de edad especialmente susceptibles: los ancianos y los niños. En ellos la termorregulación es más dificultosa y tarde más en lograr ese equilibrio por lo que la musculatura tienda a contraerse provocando dolores de espalda o rodillas.
– Cambios de presión atmosférica: es otro factor clave. Igual que los oídos se taponan al subir o bajar bruscamente, el líquido articular también cambia de consistencia y viscosidad, provocando molestias y crujidos sobre todo en los pacientes mayores, cuyo líquido sinovial es menos resistente que en aquellos pacientes más jóvenes. Al parecer, en aquellos días donde hay bajas presiones en el ambiente (me acuerdo de las personas que hablan del tiempo en televisión, que comentan que bajas presiones ocurren en las borrascas o cuando llueve) se liberan más mediadores relacionados con la inflamación, que puede afectar a nuestros huesos y articulaciones.
– Humedad: los que viven cerca del mar refieren tener mayor frecuencia de dolor articular que los que viven en zonas más secas. Por eso no se recomienda a personas con enfermedades reumáticas la cercanía al mar, ya que se agrava su sintomatología.
El clima que mejor le viene a los huesos y a las articulaciones es el calor aunque no en exceso, diría que el buen tiempo en general. Pero claro, con buen tiempo hay luz, estamos de mejor humor, podemos salir a caminar, con la bicicleta, realizar actividades al aire libre y eso de forma directa, favorece la llegada de calcio a los huesos lo que los hace más fuertes, con mayor aporte vascular y de oxígeno. Lo mismo le ocurre a los músculos y tendones.
¿Por qué se relaciona con la artrosis?
La artrosis es la forma de discapacidad musculoesquelética crónica más frecuente sobre todo cuando afecta a cadera y rodilla. Dentro de las enfermedades osteoarticulares, es una de las más frecuentes y su incidencia y prevalencia irá en aumento al aumentar en valor absoluto y relativo el porcentaje de personas mayores de 65 años en nuestra población. Puede afectar a una de cada personas que se encuentren en estas edades, llegando a invalidar al 10% de la población que la padece.
Dependiendo de que se conozca la causa o no que inicia la enfermedad, se hablaría de artrosis primarias o idiopáticas y de artrosis secundarias a alguna causa, como por ejemplo una fractura intraticular. Por orden de frecuencia, las articulaciones de las manos, las de la columna vertebral, la rodilla, la cadera y la metatarsofalángica del primer dedo del pie, son las más frecuentes.
La progresión de esta enfermedad es exponencial dado el aumento en la prevalencia de la población anciana en nuestros días. Se estima que el número de artroplastias totales de rodilla se incrementará en un 10% en los próximos años y las de cadera, en un 2’5%.
En cuanto a las causas implicadas en el inicio y desarrollo de la enfermedad, varios factores se han postulado como los posibles causantes el peso corporal, la edad, el sexo, la actividad laboral, la práctica deportiva, la densidad mineral ósea, la terapia hormonal sustitutiva, las lesiones previas, factores genéticos etc.
El dolor es el motivo de consulta más frecuente del paciente artrósico. Se exacerba con el uso (mecánico) y se alivia con el reposo. Puede empeorar con el cambio de tiempo, con el frío, y suele mejorar con el calor seco local, y un clima caluroso y seco.
La rigidez es el segundo motivo de consulta al médico. Suele ser matutina o bien cuando el paciente ha estado en reposo unos minutos tras haber realizado una caminata o alguna actividad. El enfermo refiere que es una sensación como si la musculatura y todo el tejido periarticular los tuvieran pegados al hueso y eso le impide moverse con normalidad. La limitación en la función de la articulación es otra de las manifestaciones clínicas. El paciente no puede realizar sus actividades de la vida cotidiana como puede ser su aseo personal, realizar ejercicio físico o simplemente ponerse unos calcetines.
A veces la causa de esa discapacidad es el dolor, otras veces es debida al estrechamiento de las superficies articulares o al malalineamiento de una extremidad como ocurre en la gonartrosis severa. También por la debilidad muscular asociada a la artrosis que puede provocar cierto grado de inestabilidad.
Otro signo puede ser la inflamación de la articulación debida a la reagudización de la enfermedad y la coexistencia con una artritis, lo que provoca además del hidrartros, calor, enrojecimiento y dolor no sólo con el movimiento sino en reposo y sobre todo, por la noche, impidiendo el descanso nocturno.
El dolor y la incapacidad funcional son los principales predictores de la evolución hacia una artroplastia; y ambos son los mayores determinantes de pérdida de calidad de vida de los pacientes.