• Miles de jóvenes de todo el país se disponen a formarse para el resto de su vida. Lo que elijan ahora, les marcará para siempre.

Esta semana que acaba ha sido muy especial. Mi hija menor Paloma termina su etapa en Bachillerato y se dispone a embarcarse en una aventura de mayor calado, quizás la más importante de su vida, su etapa universitaria.

Como ella, miles de jóvenes de todo el país se disponen a formarse para el resto de su vida. Lo que elijan ahora, les marcará para siempre. Lógicamente puede haber cambios debido a las circunstancias, a expectativas no cubiertas o simplemente porque la carrera puede con la paciencia del aspirante.

Las redes sociales echan humo estos días, inundadas de fotos de padres orgullosos que posan emocionados con sus hijos, luciendo felicidad y mostrando el diploma y la banda acreditativa, igual o más felices que Casillas levantando la Copa del Mundo.

Todos los sacrificios que hemos tenido que realizar para darles el bien más preciado que un padre puede dejar a un hijo: una buena educación. El éxito de ellos, lo es de toda la familia. Y eso que esta generación joven, la de nuestros hijos, se le tacha de ser “blanda”, de tenerlo todo, fácil y rápido. De no tolerar el fracaso o la frustración.

Estoy leyendo un poco de filosofía gracias a un libro que me regaló una paciente. Habla de los “Estoicos”, una corriente filosófica liderada por Séneca, Marco Aurelio y Epicteto, y sus reflexiones no pueden ser más actuales.

Séneca decía que «los árboles agitados por el viento desarrollan raíces más fuertes; aquellos que se crían en valles soleados son más débiles. Eres un desafortunado porque no has sufrido la adversidad; has pasado por la vida sin un oponente por lo que nadie sabrá de lo que eres capaz, ni siquiera tú». Y es muy posible que tenga razón.

Los padres nos hemos empeñado y esforzado en darles todo lo que no hemos tenido, supliendo las ausencias por trabajo u otros motivos, con detalles materiales. Tampoco se tolera el perder, el llanto o el fracaso. Se rebaja el esfuerzo y se igualan los méritos y las capacidades, pero por abajo. Todo eso puede traumatizar a los niños o jóvenes, se dice.

Están tan influenciados por las redes sociales que se enfadan y critican a los que están delante, pero se olvidan de que hay gente por detrás. A pesar de haber recibido mucho, se sienten agraviados por no haber recibido aún más. Puede que eso sea parte del problema.

¿Qué consejos les daría?

Todo lo vivido esta semana me ha hecho reflexionar sobre lo rápido que pasa el tiempo y no estoy seguro que yo haya pasado con mi familia todo el tiempo que merecían. Consideramos gratis las cosas que pagamos con nuestro tiempo y son mucho más caras que las que compramos con dinero.

Sólo cuando un hijo cumple etapas como ésta, uno es capaz de reflexionar todo lo que ha sucedido: lo bueno, lo malo, las enfermedades, las satisfacciones. Todo lo que esta vida tan rápida y acelerada en la que vivimos, no nos deja pararnos a contemplar. El tren del día a día sigue su marcha y no nos podemos bajar ni a tomar el aire. A esta generación de futuros universitarios me permitiría darles una serie de consejos, pequeñas recomendaciones que quizás, les puedan ayudar en la etapa que se abre antes ellos.

1.-Lo único que os pertenece es vuestro tiempo.

El que sepa gestionar el tiempo de manera correcta y eficiente, será el que tendrá una vida universitaria completa y exitosa. No es que tengamos poco tiempo, es que desperdiciamos mucho. El primer año es todo un reto, sobre todo para aquellos que cambian de ciudad. La responsabilidad de vivir en otra ciudad, sin la tutela directa de los padres, sin nadie que controle al entrar o salir, es todo un desafío.

Los dieciocho años suponen una madurez para muchas cosas, pero no tanto para otras. Aprovechar el tiempo significa salir y divertirse cuando toca, pero estudiar e hincar los codos también. Debe haber un equilibrio entre ambas cosas. Aprende a decir no cuando algo no te llena. Eso te permitirá decir sí a esas cosas que te gustan. El estudio no debe ser sólo una obligación sino también una elección.

2.-No hagas caso a mi prima Marina.

Recuerdo cuando quería entrar en Medicina. Tenía una prima años mayor que yo, su nombre es Marina. Era la persona más inteligente que conocía hasta entonces: estudiosa y trabajadora. Ella terminaba la carrera cuando yo iba a comenzar. Yo era buen estudiante, no es que sea muy inteligente pero sí trabajador. Aún me acuerdo de sus palabras cuando supo mis intenciones de ser médico: «Si a mi me ha costado sacar la carrera, imagina tú. No vas a ser capaz. Es demasiado dura. No eres tan bueno».

Cuando la persona que más admiras te suelta eso, es un misil en la línea de flotación de mi, hasta la fecha, ilusión por ser médico. Dudé, pensé y me agobié. Incluso apliqué a otras carreras. Justo el día antes de tener que confirmar qué quería ser el resto de mi vida, me convencí. «Si yo siempre he querido ser médico, pues lo voy a ser, cueste lo que me cueste».

Tengo que decir, y no quiero ser presuntuoso, que pude completar mi carrera en los seis años correspondientes, obtuve mejores notas que mi prima Marina y además mucho mejor puesto en el examen MIR. Deberéis estar preparados porque habrá “primas Marinas” que intentarán menoscabar vuestra capacidad e ilusión. Gracias Marina, tus palabras reforzaron mis convicciones y las ganas de ser médico.

3.- El mejor maestro será tu último error.

No tengáis miedo a fracasar. No dejéis de intentar algo por miedo a fallar. Para hacer cualquier cosa bien, deberéis tener la humildad para tropezar, para perderte y así parecer torpe. Ten el coraje de empezar algo, hacerlo mal y rectificar. Esos dieciocho años están llenos de curiosidad, de ganas de aprender, de experiencias nuevas pero también serán de llantos, dudas y preocupaciones.

Ninguna carretera recta hace buenos conductores. Son las curvas las que ponen a prueba y forjan el carácter de las personas. Habrá asignaturas que requieran un esfuerzo extra; profesores “hueso” que disfrutarán apretándoos las tuercas, pero al final cederán ante vuestro empuje. Es importante no derrumbarse, tener las ideas claras. Cuando haya una circunstancia adversa o negativa, debéis analizarla, buscar otro enfoque, y volver a abordarla. Sólo se puede lamentar aquello que no se ha intentado. El resto no importa. Los buenos navegantes logran su reputación en las tormentas y tempestades. Esa dificultad hoy, traerá el éxito mañana.

4.-Come hamburguesas de elefante.

Eso lo dijo un profesor mío durante la carrera y me sorprendió. Su asignatura era la más dura y exigente, pero nos animó diciendo: «Esta asignatura es realmente difícil y complicada, como lo sería poder comerse un elefante entero. Es imposible y temerario comer un elefante de una sentada, pero si cada día eres capaz de comer una hamburguesa de elefante, parte a parte y día a día, será capaz de acabar con el elefante en su totalidad».

El trabajo diario será lo que te permita llegar a los exámenes con importantes posibilidades de aprobar. Mucha suerte a todos los que comenzareis esta etapa universitaria. Llegaréis hasta donde queráis llegar; como padres tenemos esa esperanza. Este será el primer paso para que comencéis a cambiar el mundo, que buena falta hace.

No temáis al futuro. Lo enfrentaréis con las mismas armas que os enfrentáis al presente. Y recordad, nunca lograrás las recompensas que otros han tenido sin realizar los mismos esfuerzos. No es justo pensar que podréis lograr algo sin pagar un precio justo por ello.

Gracias Séneca. Gracias Estoicos.