• Intentemos hacer la vida lo mejor posible a los demás y la vida irá mejor de lo que va.
  • Soy un fiel creyente del karma: todo lo bueno que puedas hacer o aportar, hazlo.

«El karma llega tarde, pero llega». Es una frase que está muy de moda desde hace tiempo. Casi todo el mundo tiene un concepto del karma, pero quizás no conozcamos las razones.

En algunas religiones de la India, el karma es la energía que se desprende de los actos de una persona, durante toda su vida y que condiciona las futuras reencarnaciones. Pero quizás, la que más se conoce es el concepto de Edgar Tolle: «no hay acción, por pequeña que sea, que no tenga consecuencias en el tiempo«. En resumen, las acciones que hagas, buenas o malas, vuelven sobre tu existencia, antes o después. Yo soy un firme creyente del karma.

Aquellas faenas que puedes evitar, mejor evítalas y todo lo bueno que puedas hacer o aportar, hazlo. El karma te lo recompensará. Tengo dos anécdotas que puede ilustrar esto que digo y que seguro que no te dejan indiferente.

Paloma

Recuerdo estar de guardia en el hospital de Madrid donde hice mi especialidad. Era un fin de semana cualquiera, ni tranquilo ni a tope. Normal. De repente y entre un gran ajetreo, irrumpe en la urgencia una camilla con una enferma en un estado lamentable.

Una mujer joven se retorcía de dolor y pedía a gritos calmantes. Según el informe y las sábanas que la arropaban, venía trasladada de un prestigioso hospital de Barcelona. Su aspecto decía otra cosa. Casi que la hubieran recogido de una cuneta a juzgar por el aspecto de la pobre mujer.

Cuando me acerco a hablar, Paloma, que así se llama, me dice que ha sufrido un accidente de moto en Barcelona; que la han intervenido la fractura de fémur, pero que a las 24 horas le han dado la patada a Madrid. No han esperado a ver evolución, a controlar el dolor, a cuidar del resto de heridas que sufría debido a la abrasión. Nada. A Madrid.

Lo primero que hice fue incrementar la analgesia hasta que el dolor pasó de ser agónico a una molestia tolerable. Limpiamos las heridas, cambiamos el vendaje y solicitamos ingreso, rehabilitación, otras pruebas para descartar lesiones internas, el lote completo. En la planta fui a visitarla en varias ocasiones hasta su alta.

Pero ya terminé mi especialidad en Madrid y nos mudamos a Almería, con mi hija Lucía recién nacida. Años después y ya Paloma en el olvido, son tantos pacientes que uno pierde la cuenta, estoy en Madrid en un congreso y recibo la llamada de mi amiga Sonia, enfermera de mi hospital en Madrid.

—¡Que acabas de salir en radio! —me dice—, en Cadena 100, en el programa de Javi Nieves.

Me quedo muerto y pienso que se trata de una broma. Entro en internet y escucho el programa grabado.

—¿Con quién te gustaría reencontrarte? —preguntaba el locutor.

Los oyentes llamaban y comentaban de antiguas parejas, compañeros de la mili… De repente escucho a Paloma.

A mí me gustaría reencontrarme con el doctor Antonio Ríos. Fue el médico que me atendió cuando tuve mi accidente. Su trato fue genial, muy humano y gracias a él pude recuperarte de mi operación y le estoy muy agradecida. Cuando volví a la revisión se había marchado a Almería y no pude despedirme de él. Sé que está en Almería.

Se me saltaron las lágrimas cuando lo escuché. Tengo que reconocer que soy muy llorón y me emocioné muchísimo. Llamé a la emisora y les dejé mi número de teléfono. Paloma me llamó esa mañana. Fue genial. Estuvimos hablando un buen rato, nos reímos mucho a pesar de la situación que vivió la pobre. Fue un detalle precioso y muy emocionante. Hoy es mamá y una monologuista muy divertida. Seguimos en contacto por redes.

¡Muchas gracias, Paloma!

Japón

El hospital es una fuente inagotable de anécdotas. Recuerdo estar en la secretaría, preparado para escribir uno de los interminables informes cuando suena el teléfono.

—Buenas noches, bueno, allí serán buenos días. Mire, es un poco raro esto pero le llamo desde Japón —comenta una voz de mujer con un tinte de desesperación en su tono.

Me quedo mudo. Esto es una broma de alguien pienso y me dispongo a colgar, pero cuando el auricular está a punto de tocar el terminal escucho a lo lejos: «por favor, no cuelgue, necesito ayuda». Me freno y vuelvo a situar el auricular en mi oreja, dispuesto a escuchar.

—Dígame —replico.

—Muchas gracias —responde la joven—. Mire estoy en Tokio, Japón. Soy una bailaora de flamenco en un tablao muy conocido de aquí. He tenido un accidente mientras trabajaba hace dos noches. Me he torcido el tobillo y se ha inflamado mucho. Mi jefe no tiene seguro médico porque aquí es muy caro y cuando he querido ir al hospital, me han dicho lo que me costaría y no puedo permitírmelo. Soy de Madrid, y el hospital que me pertenece es el Gregorio Marañón por eso se me ha ocurrido llamar a Traumatología para que me ayudaran y me han pasado este número. ¿Qué puedo hacer?

El tono de voz sonaba sincero, por lo que respondí. Le explique que hiciera varias cosas, frío, medicación, una foto que me envió por email, cómo vendarlo y ejercicios. Parecía un esguince feo, pero nada más. Entiendo que a 14.000 kilómetros, un esguince es un problema realmente serio, más cuando te encuentras solo y desamparado. A las tres semanas pudo volver a bailar en otro sitio de Tokio y todo volvió a la rutina.Varios meses después, me llaman al busca: tienes una visita en secretaría. Cuando abro la puerta veo a una mujer joven, delgada con aspecto frágil pero atlético. Su cara no me suena de nada. Cuando dice «hola», el acento me resulta familiar. Al notar que no caigo, me enseña el tobillo y dice «Tokio».

Nos reímos a la par y nos dimos un abrazo. Me contó todo lo que pasó, la gran ayuda que le presté y me trajo un montón de regalitos típicos de allí.

El karma siempre te devuelve lo que le das. Intentemos hacer la vida lo mejor posible a los demás y todo irá mejor de lo que nos va.