La explicación científica del efecto positivo de las personas medicina lo tenemos en las llamadas neuronas espejo.

Ya lo decía Mary A. Sullivan: “Aunque una persona sea débil, la alegría le hace más fuerte”. Son aquellas que irradian energía, que tienen luz, son optimistas, positivas y alegres. Gente que contagia las ganas de vivir, de sentir, de triunfar. Son las PERSONAS MEDICINA. Las que te curan sólo con su compañía, con un gesto, con una mirada, con una palabra. Quien no ha conocido una persona así. Una persona que aporte una cosa, LUZ. Este término fue acuñado por el psicólogo Bernabé Tierno y describe con todos esos adjetivos a esas personas que con su sola presencia, parece que curan.

Las personas medicina pueden estar en muchos ámbitos de nuestra vida. Puede ser aquel compañero de trabajo que nos escucha cuando hay un conflicto en casa o con otras personas, sin prejuzgar nada ni tomar partido, sino escucha, aconseja y trata de poner paz o sosiego.

Puede ser aquel familiar, cercano o lejano, que tiende la mano cuando las noticias no son buenas. Se presta a pasar horas en salas de espera, en habitaciones o simplemente al otro lado de la línea telefónica, mordiéndose el labio para que no se note que está llorando, pero dando sosiego y consuelo al que llama, al que lo necesita. Esas personas que tienen una doble cara: por un lado una cara amable, tranquila y sosegada fruto de tragarse el dolor, la ansiedad y el miedo. Es la cara de anuncio de Signal que el que está enfermo ve. Pero luego hay una cara B, la de las lágrimas en silencio, a oscuras, donde nadie les ve ni les escucha. Un sufrimiento y desahogo solitario. Los veo cada día en mi consulta, sobre todo cuando las noticias son malas o muy malas. A veces las enfermedades sirven para ver a quien tienes realmente a tu lado, quien está en tu equipo y quién no se quiere complicar la vida y pasa de puntillas. Con esto del Covid, ha habido tremendos desengaños: padres que se han sentido abandonados por los hijos, esposas que no se han podido despedir de sus maridos y viceversa.

Otros héroes cotidianos pueden ser aquellos profesionales de la medicina que te tratan con cariño, te cuidan, te explican y tienen la empatía suficiente como para ponerse en el lugar del paciente, de sus familiares y buscar la solución, intentar encontrar esperanza, guiar hacia la luz cuando las cosas se han puesto oscuras. Los pacientes y sus familiares se encuentran en una situación tremendamente vulnerable, indefensos. Tienen miedo al dolor que le podamos causar, incertidumbre por el resultado de la operación a la que se van a someter, dudas e interrogantes que a veces no se atreven a preguntar por miedo a una mala contestación o a poner en contra a ese Mesías que nos debe devolver la salud. Un buen profesional sanitario es aquél que siente el dolor y sufrimiento ajeno como propio. El que toca y llama a un paciente por su nombre. El que atiende con paciencia las dudas y los miedos que se le puedan plantear y sobre todo, el que escucha y comprende las demandas de los pacientes cuando surgen complicaciones o los resultados no son los esperados. Una persona medicina es capaz de aliviar los síntomas solo con escuchar al paciente que tiene enfrente.

La explicación científica del efecto positivo de las personas medicina lo tenemos en las llamadas “neuronas espejo”. Estas células cerebrales son especialistas en imitar el comportamiento y las reacciones de las personas que tenemos delante. Son las grandes imitadoras. Si tenemos alguien positivo, optimista, alegre y con empatía, nos contagiaremos de esa actitud igual que cuando vemos a alguien que ríe y reímos también sin saber muy bien por qué.

Personas tóxicas

No hay blanco sin negro, y ya lo decía Darth Vader, el malo malísimo de La Guerra de las Galaxias: hay un lado oscuro. En mi experiencia personal y por desgracia, a lo largo de mi vida he conocido a más personas tóxicas que medicina. Un ser tóxico es aquel que sólo piensa en negativo, en criticar a los demás, en hacer valer su opinión por encima de la de los demás. Son egoístas, egocéntricos, destructivos y envidiosos. Se les llama “vampiros energéticos” porque se alimentan de todo lo malo, de intentar hundir a los demás, de ser derrotistas y de buscar siempre el lado negativo. Esas personas que ante una noticia comentan: “pues un primo mío tuvo lo mismo que te pasa a ti y duró un mes, pobrecillo”. O mi ya referida “prima Marina”, que en lugar de animarte a hacer lo que te gusta, directamente intenta hundirte y si puede, pisarte cuando ya estás en el suelo, con frases como: “si a mi me ha costado mucho, tú ni siquiera lo intentes porque no vas a poder aprobar Medicina”.

La persona tóxica es aquella que se queja por todo; no escucha, sino que habla. Se creen las víctimas y hablan únicamente de sus problemas; son especialistas en mentir y prefieren evitar el éxito y avance de otros, aunque eso les perjudique. Son personas manipuladoras y envidiosas y siempre creen que deben llevar la razón. Conviene alejarse todo lo posible de este tipo de personas porque pueden contagiarnos parte de su mal rollo, de su negatividad y oscuridad.

Como dice el psicólogo argentino Bernardo Stamateas: “Muchas veces permitimos entrar en nuestro círculo más intimo a los chismosos, los envidiosos, a gente autoritaria, a los psicópatas, a los orgullosos, a los mediocres, en fin, a gente tóxica, a personas equivocadas que permanentemente evalúan lo que decimos y lo que hacemos, o lo que no decimos o no hacemos.

Rodéate de personas medicina. Son la luz, la energía, el optimismo y la positividad. Te aportan años de vida. Aléjate de los oscuros, los tóxicos, los envidiosos y los negativos. Te restan años de vida.