En nuestro país se suicidan 10 personas al día, lo que supone duplicar en número de víctimas a los fallecimientos debidos a accidentes de tráfico.

“No escribas sobre eso. Es un tema tabú. Mejor hazlo sobre otras cosas, pero sobre eso no”. Son algunos de los comentarios que me han hecho algunas personas de confianza cuando les he propuesto escribir sobre el suicidio.

No sé si es casualidad o no, el caso es que en las últimas semanas he conocido gente que ha sufrido la pérdida de un ser querido, tras quitarse la vida. Todas las muertes cargan con una buena dosis de sufrimiento y de pena, sobre todo las que yo llamo muertes evitables: aquellas que, por edad o circunstancias, no tocan: accidentes, enfermedades o situaciones desgraciadas. Sin embargo, cuando una persona cuenta que su hermana se ha quitado la vida, la pena que destilan sus palabras es absolutamente desgarradora. Además, el relato va acompañado de muestras de sentimiento de culpa, de vergüenza, quizás por no haber sido capaz de darse cuenta y evitarlo. Si una muerte es un drama, aquella en la que alguien se quita su propia vida, es algo completamente demoledor.

No solo se quitan la vida personas corrientes que puedan estar ahogadas en problemas económicos, personales o familiares, o que sufran problemas psicológicos que no responden a tratamientos. A lo largo de la historia un buen número de famosos han decidido acabar con sus días. Ni el éxito, ni el dinero ni la fama pudieron ayudarles a recapacitar, quizás fueron el detonante: Marilyn Monroe, Vincent Van Gogh, Amy Winehouse, Jim Morrison, Robin Williams, Elvis Presley, Ernest Hemingway, Virginia Wolff, Kurt Cobain, Heath Ledger decidieron dejar atrás todo para acabar con la depresión que sufrían, en ocasiones agravada por el consumo de drogas y alcohol. La fama, el dinero y el poder no lo son todo.

El pasado 10 de septiembre se celebró el Día Mundial para la Prevención del Suicidio, y no es casualidad. Yo mismo me he quedado sorprendido de las cifras de suicidios en nuestro país. En Medicina definimos el hecho de quitarse la vida como AUTOLISIS que en griego significa “dañarse a uno mismo”. Es el hecho más valiente que puede ejecutar el mayor cobarde.

Datos en España

En nuestro país se suicidan 10 personas al día, una cada 2 horas y media. Eso supone duplicar en número de víctimas a las debidas a accidentes de tráfico; superan en 11 veces a los homicidios y en más de 80 veces a las víctimas de violencia de género. Son cifras recogidas del Instituto Nacional de Estadística. Tres de cada cuatro víctimas son hombres. El rango de edad en la que más personas se suicidan es el comprendido entre los 40 y 59 años. Sin embargo, cada vez se ven más personas jóvenes y también mayores de 70 años que se quitan la vida. Es la causa de muerte no natural más frecuente entre los jóvenes. Las mujeres registran más intentos de suicidios que los hombres, tres veces más, pero los hombres se suicidan más que ellas. Los varones se quitan la vida mediante el ahorcamiento mientras las mujeres lo hacen mediante ingesta de pastillas o lanzándose al vacío.

Hay un pueblo es España que ostenta el dudoso honor de ser la villa con mayor número de suicidios en relación a sus habitantes: Alcalá la Real (Jaén).

En muchas ocasiones, el entorno de estas personas no es capaz de ver venir la situación tan grave, y ello conlleva un sentimiento de culpa perpetuo que es muy difícil de superar. Sin embargo, hay comportamientos que pueden abrirnos los ojos y darnos cuenta del posible riesgo de suicidio de nuestro familiar o amigo:

-Si habla continuamente de falta de esperanza, de soledad o que no hay salida ni motivos para vivir.

-Cuando regala sus posesiones más preciadas sin motivo aparente.

-Exceso o falta de sueño o comida sin importar las consecuencias para su salud.

-Cuando les sorprendemos con búsquedas en internet que hablen de comprar medicamentos tipo somnífero o de comprar algún tipo de arma.

-Pensamientos destructivos agravados por el consumo de alcohol o drogas.

-Intentos autolíticos previos no consumados. Es un riesgo muy importante de volver a intentarlo.

-Aislamiento social: la persona se distancia de amigos y familiares, siempre buscando la soledad.

-Cambios de humor extremos, pasando del llanto a la risa o la agitación.

-Si habla abiertamente de quitarse la vida, con amenaza o no incluida.

-Si existen antecedentes familiares de suicidio.

-Antecedentes personales de depresión o trastorno bipolar o de maltrato infantil.

-Crisis personal, económica o familiar a la que no le ve ninguna salida.

-Imposibilidad de buscar ayuda por el estigma que supone padecer una enfermedad mental.

-En el caso de los jóvenes, hay que estar muy pendiente con todo lo que llega a través de las Redes Sociales. Éstas se han convertido en un vertedero de odio, intolerancia, acoso y derribo detrás del anonimato que esconden perfiles falsos. Nuestros hijos están sobreexpuestos y lo peor de todo, no se dan cuenta.

También la pandemia y todo lo relacionado con la COVID-19 han tenido un impacto negativo sobre las cifras de autolisis. Ya ocurrió en crisis sanitarias anteriores como la que causó la llamada “gripe española” en 1918 o la crisis de la Gripe A por el año 2003. Las personas más vulnerables sufren las consecuencias derivadas del aislamiento social que se ha impuesto, la ansiedad y el miedo alimentados cada día por los medios de comunicación, por no hablar del desastre que supone un contagio en la familia o el entorno, que pueden provocar un sentimiento de culpa.

¿Qué medidas se pueden adoptar?

Es necesario que el Gobierno central y los autonómicos doten de mayor presupuesto para buscar iniciativas que reduzcan las cifras, mediante un refuerzo de la Atención Primaria, equipos de Salud Mental, planes de choque en centros de enseñanza para dar visibilidad al problema y que deje de ser algo tabú. A través de la educación y la concienciación deberemos conseguir reducir la lacra de estas muertes evitables que no solo destruyen al que se va, sino a los que se quedan.